Alex de la Iglesia fue en su momento uno los directores cinematográficos más interesante del panorama español. Durante los años 90 firmo cintas tan emblemáticas como El día de la bestia, Acción mutante o La comunidad. Desgraciadamente durante los últimos años su cine se ha relajado, ha perdido la chispa inicial que convirtió sus películas en clásicos. Irónicamente su penúltima película, La chispa de la vida, es un gran ejemplo de esta degradación, esa perdida del salvajismo y la rebeldía de la movida madrileña que tanto se reflejaba en sus películas.
Ante esta perspectiva mi recelo ante la cinta de las brujas de Zugarramurdi era claro. ¿Seria otra de esas películas que hacen que te arrepientes de ser español? O por el contrario ¿Alex se redimiría de sus trabajos más irregulares con una cinta fresca y personal?
Comenzamos la película en Sol, un día cualquiera con su trasiego común. Las estatuas vivientes planean algo. Un atraco. En los primeros minutos de cinta ya se puede apreciar que Alex ha vuelto, más gamberro y alocado que nunca, dirige su propio guion y se nota que le gusta.
Una vez pasada la movida escena inicial la película no para. Se mantiene frenética, despiadada y ácida. Los diálogos se suceden como un aluvión de chistes ingeniosos, cortantes y precisos. El guion se revela como uno de los grandes puntos fuertes de la película, durante los primeros tres cuartos de la película se mantiene brillante. Presentaciones de personajes, ágiles y divertidos diálogos que diseccionan la eterna guerra de hombres y mujeres. Porque aunque cualquiera pueda pensar lo contrario por lo visto en los trailers el tema de la película es ese, las diferencias entre hombres y mujeres. Los hombres no entendemos a las mujeres, no sabemos si están enfadadas o no, si nos quieren o nos odian. Y las mujeres por su parte se reúnen entre ellas en multitudinarios aquelarres donde hablan de los últimos artículos de la revista Cosmopolitan y de cómo la cagan los hombres.
Dentro de esta fauna loca se encuentran nuestros protagonistas. Un taxista divorciado a la que todas las mujeres de su vida le han destrozado, Un paleto que no tiene trabajo alguno y que sale con una exitosa abogada que le intimida, un padre divorciado asfixiado por su ex mujer, un niño bastante más adulto y maduro que todos los hombres de la película, un hombre que solo quiere ir a Badajoz (noble empresa) y brujas muchas brujas a la cual más loca y divertida. Unas brujas que se asemejan más a unas típicas maduritas de pueblo que a los ogros que nos asustaban de pequeño, o no.
Con unos personajes tan locos es complicado unos actores que den la talla y aunque cueste creerlo la dan. Sobre todo Casas, que ademas de clavar su papel de tonto de los palotes se le entiende al hablar, un logro que sin duda se recogerá en los libros de historia.
No solo el guion rezuma locura, sino también la dirección. Alex nos brinda su mejor imitación de Jacques Tourneur. Una cinta nostálgica pero sin llegar a caer en el plagio, que en ciertos momentos puede resultar en escenas muy forzadas. Esto junto a efectos especiales bastante casposos, made in spain supongo, constituyen los puntos más irregulares de la cinta. Pero no hay punto más irregular como el final. Sin caer en spoilers procurare ser breve. El final de las brujas de Zugarramurdi es probable lo mas forzado de la cinta, conceptos que apenas se sostenían en la trama principal se meten con calzador en los últimos minutos de la película golpeando al espectador en la cara como si de una raqueta de tenis se tratase. Es cierto que no llega a la irregularidad de Balada triste de trompeta, pero el deus ex machina, literal y figuradamente, que se marcan al final que sinceramente, a pesar de ciertos golpes muy graciosos, resulta muy forzada y un tanto “cutre”.
A pesar de todos sus defectos, las virtudes de la cinta son claras y la convierte en una de esas películas que te hacen pensar que todavía hay esperanza para el cine patrio y más para el cine del género fantástico.